jueves, 26 de febrero de 2015

Relato mínimo

Me senté en un banco de la avenida ruidosa. Vehículos de ciudad. Transeúntes de colores. La tarde estaba azul y los pájaros eran algarabía de mayo. Iba a encontrarme contigo, también con mi fondo nuevo que temblaba. Emociones aún no reveladas ante tu rostro de niño maduro, deseando deslumbrarme por tercera vez con tu figura rotunda, el reino carnal visible de cada región tuya.
Te vi llegar con un par de libros en las manos. ¡Son para ti!. ¡Ah,gracias!.Y nos fuimos sin rumbo. Nos perdimos hasta el anochecer. Un primer beso hecho de heridas viejas de los dos y jazmines de saliva con promesas.Y quedarme absorta luego, en soledad, en mi cama de largo tiempo mía, que soñaba tus brazos esperándote.
Pero me desperté. Y tú no estabas en ninguna ciudad ni nos habìamos tocado.
Entonces otro día, no sé cómo, tal vez con la complicidad de una Titania feliz con Oberón, tal vez con una antología de versos amorosos, me estremecí de encanto cuando vi tus dos ojos de mar  frente a los míos.  No diré dónde fue. Tú no lo dices. Después el mundo sabrá, pues no hay fronteras ni para el globo terráqueo, ni para el mismo cosmos, ni para los corazones abiertos, porque tal vez ocurre que hemos presentido una tarde de mayo en la ciudad, con una algarabía de pájaros, viandantes de colores y ruido, con un banco y dos libros, y dos seres mirándose por dentro, en espacios y tiempos, y en besos puros.  ¿La vida es sueño?. Somos muy reales. Y estoy agradecida despertando.