viernes, 26 de abril de 2013

MIRAD A LAS ESTRELLAS. CRITICA DE YURI, DE PABLO PELLUCH QUESADA


MIRAD A LAS ESTRELLAS

Yuri por fin enfiló el canal de la luz y ya se encuentra entre nosotros. Bienvenido sea. Todavía humedo, arrugado y tembloroso, se presenta ante las sonrisas complacidas de los que hemos sido testigos de su gestación a lo largo de todas las semanas de embarazo. Los que vimos las ecografías, los que recomendaron dietas, las comadronas, todos los que ayudamos a empujar, lo tenemos ahí, desnudo y palpitante, ahora por fin frente al mundo. Mientras damos la enhorabuena a Pablo, su madre, por la nueva y orgullosa criatura, no podemos evitar examinar sus facciones, comprobar la largura de sus pestañas, la potencia de su lloro. Y Pablo, extenuado tras el parto, lo ha dejado solo en una camilla a merced de las visitas, agradeciendo los plácemes, pero esperando el momento de comprobar el nivel de condescendencia de las felicitaciones.

Con el neonato en los brazos, la sonrosada piel de Yuri me ha hecho meditar un par de reflexiones. Sobre la criatura en si misma y sobre su hacedor. La primera reflexión es sobre ese medio de expresión que llamamos cine, arte de consumo masivo, híbrido de fascinación y puro entretenimiento, servido y esclavizado al mismo tiempo por su técnica complicada y por su dificultad de producción. Para mucha gente el niño sólo tendría que ser guapo, otros preferirían que fuera inteligente, otros que fuera las dos cosas. Algunos sólo pretenderíamos enamorarnos de él, y no sabríamos realmente decir qué es lo que tendría que tener para que así sucediera. 

Y nos olvidamos, en el paritorio, del complicado embarazo de la criatura. La cantidad de personas que han tenido que intervenir. No se trata de una novela, de un cuadro o de una canción, cuya orgullosa madre no deja de ser madre soltera, aún teniendo ciertas nociones básicas de como sacar la preñez adelante. No, aquí el parto es un esfuerzo conjunto, y la madre, el director, el padre de la criatura, no es solamente el artista que imagina la historia, la persona que siente lo que tiene que contar, es también un capataz de obra, un arquitecto y un ingeniero. Y el resultado algo que se somete al juicio de muchos, que además han visto miles de nacimientos parecidos. 

Porque son muchas cosas las que la gente en general puede esperar del neonato. La calidad del encuadre, las actuaciones, la perfección del guión, la idoneidad de la música. Que sea, simplemente, más o menos divertida. Pablo tiene que sentirse un poco abrumado por las diferentes miradas que la gente va a echar sobre su niño, la cantidad de voces autorizadas que va a tener que soportar, voces y miradas de una índole que él bien conoce, pues también las echa frecuentemente sobre los niños de los demás.

Y eso me lleva a la segunda reflexión. Qué se le pasa por la cabeza a una madre primeriza. Los cortometrajes de los directores noveles se los imagina uno como la prueba de fuego del propio talento. El director se debe pasar el embarazo enfrentado a la gran dicotomía: cómo ser fiel a lo que uno quiere hacer, y cómo conseguir, al tiempo, destacar y llamar la atención del público en general. Ante esto uno se encuentra con cortometrajes curiosos. Algunos se podrían llamar literatura visual, imágenes pseudobrilllantes con voces en off hablando de la vida y la muerte, se sonroja uno pensando en gente tan joven tratando de desentrañar las verdades de la vida con frases grandilocuentes e incomprensibles. Otros son teatro metafísico, varios personajes se reúnen para decir cosas profundísimas alrededor de una mesa. Otras veces, se trata de la idea feliz de turno, algo más o menos gracioso, estos suelen ser los mejores. El caso es ser capaz de desmenuzar el sentido de la vida en cinco minutos.

Y aquí es donde empieza mi crítica. Yuri no es así. Yuri es valiente. Pablo se ha decidido   a contar una historia. Pablo ha hecho cine. Ha tomado un tema que le interesaba y lo ha puesto en imágenes. Quería contar la vida de un astronauta y ha filmado un astronauta y un lanzamiento espacial, y las estrellas. 

En la puerta de la clínica ahora deben estar discutiendo sobre la técnica. Efectivamente hay cosas que comentar. Se echa en falta la explosión del avión de Yuri, puede que no se entienda del todo alguna escena, quizás los actores podrían haber ensayado más, algún encuadre mejorable. Pablo tenía razón en una cosa. Todos pensábamos que podríamos haber hecho un niño mejor.

Pero el caso es que Yuri funciona. Quizás no sea el más guapo, quizás no el más inteligente, pero es ambas cosas, y yo me voy a enamorar de él. Y esta vez creo que se por qué.

Yuri cuenta la historia de Yuri Gagarin, cosmonauta ruso que fue el primer hombre que salió al espacio, allá por el año 1961, en el famoso Sputnik. Y la frase anterior hay que tomársela al pie de la letra: Yuri cuenta la historia de Yuri Gagarin. Ni más ni menos. En seis minutos, con tres pinceladas. Pablo consigue contar, si no la vida entera, que sería imposible, sí la esencia de la vida de Gagarin en tres o cuatro escenas. Podrían haber sido más largas, podrían haber conseguido que se cerrara la visera del casco del cosmonauta, pero el caso es que el esplendor y caída de Yuri está completamente allí. La emoción de viajar al espacio, el enfrentamiento con su propia realidad, el vacío posterior, ya de vuelta a la Tierra, la incapacidad para pertenecer a algún sitio una vez que se ha llegado tan lejos.

Pero también está parte de la historia del siglo XX. El sueño de la Carrera Espacial que yo vislumbré en mis ojos de niño, las fronteras por traspasar, el esplendor futuro de la raza humana. Yo era de los que pensaba que a lo mejor podría llegar a vivir en la Luna o en Marte, antes de que el sueño cayera y nos diéramos cuenta de que al final resultó ser una falacia propagandística y económica. Esto también está en Yuri.

Y también está la infancia. Pueden verse los ojos de Pablo siendo niño, y de algunos otros que como él, leyendo la historia de Laika, no podíamos comprender, desde la incontestable lógica infantil, que la Carrera Espacial justificara la muerte de una pobre perra callejera. Valía más la vida del pobre animal, que era incapaz de entender lo que estaba sucediendo. Como Yuri.

Pero es verdad que el bebé podría haber sido más guapo. El trabajo de los actores echa en falta algo más de concreción, el diálogo de Yuri con su mujer siendo fundamental para la narración quizá adolezca de algo de empaque. El accidente final de Yuri puede que no quede lo suficientemente claro. Todo eso es cierto, todo eso es mejorable. Pero la técnica cinematográfica, con toda su capacidad de fascinación y su dificultad ha de estar puesta al servicio de otro talento, el de tener algo que contar y saber contarlo. Yuri tiene de sobra. Sin ese talento lo demás no serviría de nada, el niño sería guapo pero inexpresivo. Lo demás se aprende y se perfecciona, con más tiempo o más recursos. Pero el talento o se tiene o no se tiene. Y Yuri es un digno hijo del talento de su padre.

De todas formas, por si lo anterior aún no es convincente, que sea la bella escena final la que despeje dudas. Laika y Yuri solos por una llanura de fantasía, en una escena que se abrasa en luz, caminando hacia la eternidad, hacia nuestros sueños. Perra y hombre solos, los dos cosmonautas, individuales, únicos y cómplices, conocedores de un secreto que tan sólo ellos sabrían explicar.

Parafraseando los versos iniciales de Szymborska (tan bien recitados por la hermosa voz de Roszana Dalati), ante Yuri no bajéis los ojos, no miréis al suelo. 

Mirad a las estrellas.

2 comentarios:

  1. César, por favor, qué cosa más bonita. Me ha encantado lo de la división de cortos, la metáfora de la criatura, la comprensión de que el cine no es un arte solitario, ... y, no sé, lo bien que has entendido y criticado el corto.

    Qué ganas de abrazarte.

    "Aún hoy en día, no sé si yo soy el 'primer hombre' o 'el 'último perro' en volar al espacio..."
    Yuri

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    1. Mi enhorabuena a los dos, a ti Pablo, por tu corto, por amar el cine y por esa frase tan significativa de Yuri, y a ti, César, por tu crítica tan profunda y lírica.

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