viernes, 7 de marzo de 2014

Los tres anillos, de Cuentos armónicos

¡Son tan antiguos y maravillosos los anillos!. Algunos se remontan a tiempos inmemoriales, otros son contemporáneos y guardan significados universales, pues lo universal tiene algo de ancestral, otros pertenecen a personas de un pasado relativamente reciente, otros forman parte del Arte y la Literatura, y otros son como un regalo en nuestras vidas, porque la vida siempre es vieja y nueva a la vez. He aquí la aventura resumida de tres de estos anillos, que pertenece a una novela para jóvenes titulada El sueño de Pangea, la cual, a dìa de hoy, se está empezando a escribir.

Imago, Claramica y Genamor fueron raptados por un mismo delfín transparente, mientras los tres amigos soñaban despiertos aún en sus respectivos hogares del Pueblo de las colinas.

La tranquila noche estival se extasiaba con el lenguaje de algún mochuelo o con los bichitos de los parques. Una luna naranja presidía el firmamento y las estrellas parecìan anisillos que latían. Todo lo demás era silencio.

A lomos del buen delfín sobrevolaron la magnífica Tierra e hicieron un viaje cósmico, donde el tiempo real y conocido se transformaba en un tiempo infinitamente más lento, que parecìa no transcurrir. Viajaban más allá del límite de la velocidad de la luz, sin atuendos de astronautas ni más nave que el animal, que atravesaba manso, timonel en el espacio sideral, una visión detrás de otra, imágenes del pasado, del presente y del futuro.

Los tres amigos vieron también púlsares, quásares, galaxias, nebulosas, agujeros negros y otras formas astrales descubiertas o no por la ciencia. Estaban maravillados, comentaban entre ellos con entusiasmo las visiones o preguntaban a su guía, que gustosamente les transmitía información y emociones.

Al fin contemplaron un sistema solar similar al nuestro y un planeta parecido a la Tierra, con la diferencia de que un único continente con forma de corazón se alzaba, con su relieve y vegetación y sus mares interiores, lagos, ríos, en medio del inmenso océano. Se trataba de Pangea.

En la costa norte, allá donde confluían las dos mitades del corazón, el delfín se posó frente al Palacio blanco.
Un ser con voz de niña recibió a los viajeros y condujo seis ojos sorprendidos  hasta el Salón de los tronos, círculo bajo cúpula de cristal. A la izquierda de los tronos, formando una media luna, unas cincuenta personas, ataviadas con túnicas de colores cálidos y que parecían ingrávidos, les sonreían silenciosos, como bienvenida. Eran los Consejeros del reino. Frente a éstos, a la derecha de los tronos, otro grupo de personas hermosísimas también sonreía. Serían algunos de los compañeros de aventura que  acompañarían a los amigos.

El ser con voz de niña saludó a la reina Sensible y a su hijo, el príncipe Inteligente, ambos sentados en los tronos de madera labrada, quienes explicarían el sentido de aquel viaje. El rey Pacífico no estaba en aquel momento, por lo que su trono se veía vacío. De esta manera, Imago, Claramica y Genamor comprendieron que estaban allí para conocerse a sí mismos y para liberar al rey Pacífico, prisionero en la cárcel de Lam.

Cuando los amigos pregunaron qué debían hacer, la alondra de la reina les dijo:

- Buscad a lo largo de vuestras vidas.

Entonces la reina Sensible entregó a Claramica un anillo con un delfín, a Genamor otro anillo con una clave de sol y a Imago un tercer anillo con una boca divertida. Y el príncipe Inteligente les regaló un libro mágico, con las páginas inmaculadas, para que lo escribieran entre los tres con libertad.

Y empezaron las aventuras, tantas que, al despertar de aquel viaje, ninguno de los viajeros humanos, conseguía recordarlo todo. Pero sí se dieron cuenta de que, despiertos, en el mundo real, conservaban sus tres anillos.

Tras muchas cavilaciones, hilando detalles fragmentarios de la experiencia, llegaron a la conclusión de que el rey Pacífico era el bien y la cárcel de Lam era el mal y que cada vez que algo hermoso salía de las obras de los tres anillos, el rey Pacífico era liberado de sus cadenas. También vieron que había muchos anillos más, se contaban por trillones, o más, entre toda la gente que soñaba un mundo mejor.

Claramica decidió ser escritora, Genamor decidió ser músico e Imago decidió afrontar su vida con sentido del humor. Ninguno de ellos se quitó su anillo de las manos ni del corazón, nunca. Tuvieron la fortuna de llegar a viejos y entre los tres recordaron muchas veces toda la historia de Pangea, un libro que ahora, pues el tiempo es relativo y se mueve, está empezándose a escribir, repito. ¡Qué buenos los anillos ayer, hoy y mañana!.




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