En una dehesa próxima al pueblo, el toro Cuentacuentos narró una historia para entretener a otras reses, durante una apacible puesta de sol. Según el imaginativo toro la historia la habían inventado entre una mujer humana y él mismo por vía telepática. Las otras reses dijeron pues muy bien y escucharon muy atentas.
El texto es el siguiente, comenzó el toro con su vozarrón bramador: ¡Muuu, muuu, muuu!. Mucho antes de la plaza de toros fija de La Torre, levantada a pulso por los socios de la Peña Taurina, y antes de las portáliles que se preparaban en el viejo campo de fútbol, antes, en los tiempos del artesano coso de palos y carros, según la costumbre inscrito dentro de la plaza principal de la localidad, los encierros de los toros se hacían por las calles, en fiestas. ¡Muuu!. Eran encierros que terminaban en el ruedo, entre capotazos con mantas y sacos, recortes y saltos ligados a la farola del centro y a los palos que bordeaban el redondel.¡Muuu, muuu,muuu!.
Un día de las fiestas del Cristo, a mediados del franquismo, un magnífico toro, bravísimo, con buena arboladura, embistió brutalmente durante el encierro, ¡muuuuuuu!, propinando golpes y heridas por asta a una quincena de mozos, aunque, afortunadamente, a todos dejó vivos.
Innumerables fueron los esfuerzos para encerrar al toro, soga va, soga viene, y mil engaños, hasta que la plaza quedó limpia. Y, pese a los revolcones de la mañana, el consistorio decidió continuar la fiesta por la tarde.¡Muuu, muuu, muuu!.
Llegó la hora de la corrida. En el sorteo del lote, el toro bravísimo saldría en último lugar. Cuatro eran los morlacos para dos torerillos con sus correspondientes cuadrillas. Un torero en blanco y oro, el otro en oro y grana.
Tras el primer toro, oreja, vuelta al ruedo y arrastre con las mulillas para el torerillo grana.¡Muuuuuuuuuuuu!. En el segundo, pitos para el torerillo blanco.¡Muuuuuuuuuuuu!. En el tercero, dos oreja y rabo.¡Muuuuuuuuuuuuuuu!. Y en el cuarto toro, un torerillo blanco viendo salir al astado, enorme, fiera que intentaba saltarse los palos con el correspondiente grito de la afición, bestia que no dejó lugar a los lances de recibo, porque cogió a la capa y al torero, al que llevó, entre cuerno y cuerno, dentro de uno de los carros y allí lo dejó, con un buen susto.¡Muuu, muuu,muuu!.
El torerillo volvió a su labor y se atusó en la arena. Pasecillos entre carrerillas y protección de los burladeros.
El toro bramaba muuuuuuuuuuuuuuu. No hubo suerte de varas, pero sí banderillas.¡Muuu!. Las banderillas se clavaron en los cuartos traseros del toro, en el aire, donde volaban, y en la mismísima tierra. Todo pinchos, amigos.¡Muuu, muuu, muuu!. En el turno de la muleta ni mano izquierda ni mano derecha acertaban. La música sonaba para animar, pero cesó cuando nuestra compañera res rompió el traje de luces al de blanco, aunque el espada salió ileso.
¡Dejadme, dejadme!, imploraba el torerillo, quien agarró el estoque, dispuesto a terminar de una vez con su oponente. Quiso matar al bravísimo una y otra y otra y otra y otra y otra y otra vez y el gran toro seguía en pie. La puntilla esperaba su momento desesperada. ¡Muuuuuuuuuuuuuuu!. El otro torerillo, el de grana,previo permiso de la presidencia, también intntó matar al bravísimo una y otra y otra y otra y otra y otra y otra vez y el torazo seguía aún en pie. El público echaba espuma por la boca, ahora maldecían a los toreros y a la autoridad. Al final la cosa terminó en manos de las balas de la guardia civil, una vez despejada la plaza. Dios tenga en su cielo a todos los toros- ¡Muuu, muuu, muuu!.
Un adolescente que había estado en la corrida y que, desde pequeño, soñaba con ser torero se había marchado muy triste a su casa. Como también escribía, hizo un poemilla donde se contaba la leyenda de un toro hombre embrujado. ¡Muuu!. Mucho tiempo después aquel chico, que se hizo veterinario y escritor, a veces colaboraba como tertuliano en los medios de comunicación cuando hablaban de toros.Desde el amor a los animales, decía a menudo, cuando se desentrañe el secreto de lo que significa ser toro y ser hombre, yo me haré torero.
¡Muuu!, terminó su historia el toro Cuentacuentos. Las reses no tuvieron más remedio que reflexionar sobre los actos humanos y sobre sus propios actos como reses.
¡Muuuuuuuy buenas noches!.
Esa noche las reses se quisieron una poco más y, por telepatía, la mujer humana y el toro Cuentacuentos se desearon muy buena suerte.
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